Un estudio realizado en Suecia revela que uno de cada cinco adolescentes que perdió a uno de sus padres por un cáncer se corta o se quema, comparado con uno de cada 10 jóvenes con sus dos padres con vida. "Nos sorprendió mucho este resultado", sostuvo la autora principal, Tove Grenklo, científica conductista del Instituto Karolinska.
La Academia Estadounidense de Psiquiatría Infantil y Adolescente señala que cortarse y quemarse es la forma en la que algunos adolescentes con problemas expresan sus emociones. Esos adolescentes se autolesionarían cuando no pueden hablar de sus sentimientos, están molestos o tienen baja autoestima.
Este año, un estudio había hallado que los niños comienzan a autolesionarse en tercer grado.
Los autores del nuevo estudio escriben en Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine que investigaciones previas habían demostrado que los niños que perdieron a uno de sus padres son más propensos a padecer trastornos psiquiátricos, entre otros problemas, como depresión, ansiedad y drogadependencia.
El equipo de Grenklo utilizó las bases de datos de mortalidad de Suecia para poder contactar y entrevistar a los adolescentes que habían perdido a uno de sus padres por un cáncer entre el 2000 y el 2003, cuando tenían entre 13 y 16 años de edad. También reunió a un grupo de adolescentes con sus dos padres vivos como grupo de control.
De los 851 adolescentes que habían perdido a un padre, 622 respondieron el cuestionario enviado por correo. Lo mismo ocurrió con 330 de los 451 adolescentes del grupo de control.
Un 20 por ciento de los adolescentes con un solo padre vivo dijo que se había autolesionado, comparado con el 10 por ciento de los controles.
"Este estudio es uno de los primeros que demuestra que (perder a un padre por cáncer) sería un factor de riesgo único de esa conducta", dijo Stephen Lewis, investigador de la Universidad de Guelph, en Ontario, Canadá.
Lewis, que no participó del estudio, consideró que los resultados coinciden con otras estimaciones de la cantidad de adolescentes que se autolesionan.
Para los autores, la muerte de un padre impulsaría a los hijos a autolesionarse por un aumento de la angustia y la indiferencia emocional. Otra explicación sería que esos adolescentes perdieron un cuidador que advertiría su sufrimiento emocional y evitaría las autolesiones.
En cuanto a la prevención, Grenklo y Lewis insistieron en la importancia de la comunicación.
FUENTE: Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine,
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